El cadáver es mostrado, derrotado, por los soldados al servicio del Imperio.
Cuentan que las mujeres de los alrededores cortaban mechones de su pelo, pues les recordaba a Cristo.
Si la crucifixión era el símbolo de la mayor de las derrotas, la muerte a manos de los soldados del tirano boliviano en un pueblucho del país no era menos.
Creen los creyentes, que la esencia del cristianismo está en la victoria sobre la muerte a través de la resurrección.
El Che no resucitó. No se levantó del lavadero público en donde depositaron su cadaver. No venció a la muerte ni al dictador local ni al Imperio que lo protegía.
Por no tener, no tuvo ni una madre que le llorara cual Pietá.
Pero les aseguro que, lejos de las interesadas visiones infantiles de la Iglesia, esta es la imagen mas próxima de Cristo en la Tierra.
Una pena que no exista Dios.
Hay grandes noticias que llevan aparejados su tributo de sangre: así murieron en ello periodistas de la talla de Anna Politkóvskaya (Rusia), José Couso (Irak), Robert Capa (Indochina) o Tim Hetherington (Libia), por no hablar de la infinidad periodistas anónimos caidos a manos de agrupaciones armadas varias. Compartiendo espacio, aparecen noticias chorras, que nos muestran con claridad la dimensión plebeya de la naturaleza humana. A este contraste, como irónica denuncia, va dedicado este blog.