viernes, 25 de mayo de 2012

Soldados israelíes bailan en Hebrón

Aunque debo admitir que no me caen especialmente bien, por las noticias de ese ejército que todos conocemos, es de justicia reconocerles el mérito.

lunes, 14 de mayo de 2012

Vasili Arkhipov, el marino soviético que salvó al mundo del holocausto nuclear

Vasili Arkhipov, el marino soviético que salvó al mundo del holocausto nuclear

Durante la crisis de los misiles cubanos, destructores de EE.UU acosaron a un submarino soviético que estuvo a punto de lanzar un torpedo nuclear. La sangre fría de un oficial evitó la tercera guerra mundial en un episodio que permaneció años oculto

Día 11/05/2012 - 13.17h
Vasili Arkhipov, el marino soviético que  salvó al mundo del holocausto nuclear
«Un tipo llamado Vasili Arkhipov salvó al mundo». Así explicó Thomas S. Blanton, director del Archivo de Seguridad Nacional de EE.UU, el papel protagonista desempeñado por un desconocido marino soviético en la crisis de los misiles cubanos de 1962. De aquel episodio la humanidad recuerda que los Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron a punto de arrastrarla al abismo en su pulso nuclear. Lo que poca gente conoce es que fue la decisión de una sola persona, Arkhipov, la que evitó que estallara la que habría supuesto la tercera guerra mundial.
Pongámonos en antecedentes. Arkhipov es uno de los tres oficiales al mando de un submarino soviético B-59, un sumergible de ataque al que la OTAN denominaba Clase Foxtrot. En los últimos días de octubre de 1962 navega sumergido junto a otros cuatro submarinos similares con destino a Cuba. La URSS ha instalado secretamente en suelo cubano varias lanzaderas de misiles nucleares, capaces de alcanzar territorio estadounidense en apenas unos minutos. Es la respuesta al despliegue previo de proyectiles atómicos de Estados Unidos en tierras de Turquía, una amenaza capaz de golpear y devastar Moscú en apenas un cuarto de hora que el Kremlin tenía que contrarrestar.
En medio de esa escalada de tensión, con el planeta entero conteniendo el aliento y los dos colosos enseñándose los dientes, la 69 Brigada Submarina Soviética, en la que se encuadra la nave de Arkhipov, se dirige hacia aguas cubanas. Su misión, burlar el embargo que la Armada norteamericana ha dispuesto en torno a la isla y establecer una base submarina en la bahía de Mariel, en la costa norte de Cuba. El B-59 de Arkhipov va equipado con torpedos nucleares, una carga letal para una guerra desastrosa que cada vez se ve como más inminente. Pocos días antes, un avión espía U-2 de los Estados Unidos ha caído derribado en suelo cubano y un grupo de cazas MIG soviéticos ataca a otro de estos aparatos mientras completaba un vuelo de reconocimiento en Siberia.
Miientras en el Pentágono se ultiman los detalles para la invasión final de la Cuba castrista y prosoviética, los buques de la US Navy y los aviones espías de la CIA sobrevuelan el Caribe en busca de embarcaciones soviéticas intentando introducir más armamento nuclear en la isla. Las instrucciones del secretario de Defensa Robert Mcnamara son tan claras como peligrosas: si detectan cualquier intruso, los buques norteamericanos deben obligarlo a emerger e identificarse y bloquear su acceso. Una de esas embarcaciones es el B-59. El máximo responsable del buque, Vitaly Savitsky, lleva como segundos a bordo a Arkhipov y un oficial político.

Cazando al submarino intruso

A media tarde del 27 de octubre de 1962 los acontecimientos se precipitan. Un grupo de destructores estadounidenses detecta la brigada del B-59. Ignorando que se las ven con buques con armamento nuclear, los barcos norteamericanos comienzan a lanzar cargas de profundidad para forzar a los submarinos soviéticos a emerger. A bordo del sumergible de Arkhipov se viven momentos de pánico y caos. Ante la gravedad de los acontecimientos, el trío de oficiales al mando había zarpado de la URSS con autorización para lanzar sus torpedos nucleares si todos ellos estaban de acuerdo en hacerlo. Sin comunicación con Moscú, y dudando si ya había estallado la guerra entre las dos superpotencias, bajo las aguas del Caribe, con medio mundo pendiente de sus televisores, de las decisiones de Kennedy y de Kruschev, un grupo de marinos acosados tendría que decidir el destino de la humanidad.
El oficial de comunicaciones Vladimir Orlov vivió a bordo aquellos dramáticos instantes. Según su versión, tras una larga travesía transoceánica sumergidos, la tripulación y el capitán Savitsky «estaban exhaustos». Las cargas de los destructores norteamericanos explotaban a pocos metros del casco del submarino soviético. «Era como estar sentado en un barril de metal que alguien golpea continuamente con un martillo». Así hostigado, al límite de su resistencia psicológica, presionado por una marinería que exigía defenderse, Savitsky hace un último intento de contactar con Moscú. No hay manera. Enfurecido y desesperado, decide lanzar su mortífero torpedo, aun a sabiendas de que sería el fin también para él y sus hombres: «Los volaremos por los aires; moriremos todos pero hundiremos todos sus barcos», exclama antes de reunir a sus dos segundos a bordo para ratificar una decisión que requiere su consentimiento.
En medio del bombardeo yanqui, a unos centenares de metros bajo el Caribe, los tres marinos celebran una reunión que decidió el destino de la humanidad. Savitsky quiere abrir fuego, el oficial político está de acuerdo. Solo falta Arkhipov. Pero él dice que no. En esas circunstancias extremas, únicamente la frialdad y el coraje de un hombre evitan lo que habría supuesto una catástrofe sin precedentes.

«Un tipo que salvó al mundo»

Arkhipov convence a Savitsky de que haga emerger el submarino. El B-59 asoma a la superficie y da media vuelta a la espera de instrucciones del Kremlin rehuyendo el enfrentamiento con la Task Force norteamericana. Pocas horas después, Kennedy y Kruschev alcanzan un acuerdo que hace suspirar de alivio a toda la humanidad.
Nadie lo supo entonces, ni siquiera Kennedy, pero Arkhipov salvó aquel sábado al mundo. Su historia no se hizo pública hasta 2002. En un congreso celebrado en La Habana a los cuarenta años de aquel episodio, Mcnamara, basándose en documentos estadounidenses desclasificados, admitió que la guerra nuclear estuvo más cerca de lo que nadie había pensado. Thomas S. Blanton aclaró a que se refería: «Un tipo llamado Vasili Arkhipov salvó al mundo». Aquel tipo había muerto tres años antes

MUERE UN MITO DEL PERIODISMO BÉLICO: HORST FAAS

miércoles, 9 de mayo de 2012

La ninfómana alemana ataca de nuevo

Lo que mas me interesa del artículo es el enfoque del redactor. Estoy convencido de que le ponía el asunto. No se si es la crónica de un diario "serio" o forma parte de los relatos eróticos que se incluyen en las revistas de porno barato.

Que conste que no lo censuro, pero creo que nos muestra el nivel de la prensa actual. Lo mismo este es el futuro.

Secuestró a un joven africano

La ninfómana alemana ataca de nuevo

Le obligó a tener sexo durante 36 horas seguidas hasta que la mujer cayó rendida. Los agentes lo encontraron desnudo y llorando

08.05.12 - 12:23 -
Con la puerta cerrada con llave, no tuvo más remedio que refugiarse en el balcón y pedir auxilio desde las alturas. Allí fue rescatado por la Policía alemana. Denunció que la mujer le había obligado a tener ocho relaciones sexuales seguidas, sin descanso. Cuando los agentes accedieron al piso de Munich para hablar con ella y liberar a Schulz, invitó a los oficiales a meterse con ella a la cama, por aquello del morbo del uniforme. Los agentes se negaron. La depredadora sexual fue arrestada, aunque la cosa no pasó de ahí y quedó en libertad con cargos por privación de libertad y acoso sexual.
Pero pronto volvió a encontrar una nueva víctima, esta vez en el autobús. Un atractivo joven de origen africano atrajo toda su atención en este medio de transporte, tal vez por las cualidades que la leyenda atribuye a los hombres negros. Enseguida desplegó todas sus armas de mujer y consiguió llevarlo hasta su piso. Allí le obligó a tener sexo durante 36 horas seguidas, según narró la extenuada víctima a los agentes. Y es que solo pudo escapar cuando la fémina por fin cayó rendida. La Policía lo encontró llorando desnudo en la calle, frente al portal de la mujer. Estaba tan cansado que no podía dar un paso. “Ella me invitó a venir a su casa. Dios mío, era un infierno. No puedo caminar, necesito ayuda", dijo a los efectivos, según recoje el Daily Mirror. Poco después, la responsable de tanto sufrimiento fue trasladada a un hospital para su reconocimiento psiquiátrico.

http://www.hoy.es/20120508/mas-actualidad/sociedad/ninfomana-alemana-ataca-nuevo-201205081223.html