lunes, 26 de septiembre de 2011

La administración Adenauer protegió al inventor de las cámaras de gas.

El Holocausto es inefable. Por un lado, necesitamos explicitarlo para mejor entender el grado de brutalidad y salvajismo al que llegó en la muerte a nivel industrial. Por otro lado, al verbalizarlo se nos escurren por entre las palabras mil y un detalles y hechos que deberían ser explicitados, cometiendo una imperdonable injusticia.

Algo así como describir con fidelidad el infinito. Es imposible.

El Holocausto es un fenómeno retorcido hasta nuestros días, que no finaliza tal o cual día en el que liberó tal o cual lager. Los ejércitos victoriosos cuando alcanzaron sus objetivos se apresuraron a aprovechar el know how de los criminales, bien por su acervo científico, útil en la guerra fría que se había declarado sin haberse apagado la caliente, bien por su capacidad de mover hilos secretos del poder...si buceamos un poco, antiguos mandos de las Waffen SS, con fuertes sospechas sobre ellos de crímenes de guerra, acabaron en buenos puestos de la industria alemana, por no hablar de la política de la República Federal en sus mas altas instancias (véase el trabajo de Beate Klarsfeld)...hasta a los agentes de la Gestapo les reconocieron ese periodo en la policía a efectos de antigüedad.

Hubo héroes que denunciaron algunos casos, desde el valiente Heinrich Böll, Serge y Beate Klarsfeld, Wiesenthal...pero, reconozcámoslo, la mayoría de los criminales murieron, sin mas complicaciones, de viejo.

Esto no es óbice que estas noticias me produzcan, no por esperadas, un profundo pesar.

Por mas que digan, los estados tienen razones poderosas para indultar de facto a los criminales. Incluidos los del mayor crimen de la Historia. Tal o cual contacto entre servicios secretos, tal o cual conocimiento científico fueron suficiente salvoconducto para los criminales derrotados.

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/09/26/internacional/1317024831.html

ALEMANIA | Desclasificación de los documentos secretos germanos

La administración Adenauer protegió al inventor de las cámaras de gas

Niños judíos encerrados en un campo de concentración nazi. | E.M. Niños judíos encerrados en un campo de concentración nazi. | E.M.
A medida que se van desclasificando los documentos secretos del servicio de inteligencia alemán (BND) correspondientes a las décadas posteriores a la II Guerra Mundial, aparecen las pruebas documentales de lo que era un secreto a voces. La Alemania de Konrad Adenauer siguió protegiendo a jerarcas nazis ocultos en Sudamérica, proporcionándoles las tapaderas necesarias e incluso pagando de las arcas del Estado lujosas residencias y vidas desocupadas.
El último caso probado y que ha escandalizado a la opinión pública alemana es el de Walther Rauff, oficial nazi y jefe del departamento técnico de las SS que ideó el método de exterminio de judíos en cámaras de gas y que fue detenido el 30 de abril de 1945 por soldados norteamericanos. Declarado culpable de la muerte de medio millón de judíos en Auschwitz, ingresó en prisión, pero misteriosamente consiguió escapar dos años después a Perú, Argentina y finalmente a Chile, país la que llegó con su familia en 1958.
Bodo Hechelhammer, director de equipo de investigación que analiza los archivos secretos del BND, ha encontrado ahora documentos que prueban que entre 1958 y 1962, Rauff estuvo al servicio de la Inteligencia alemana y que cobró por ello honorarios superiores a 70.000 marcos del Estado alemán, además de pagos extraordinarios, como por ejemplo uno de 2.000 marcos, equivalentes a unos 1.000 euros y una suma considerable en aquellas fechas, justificado como gastos por un "viaje a cuba".
El expediente de Rauff, al que Hechelhammer han tenido por primera vez acceso, consta de 900 páginas e identifica al ex mando de las SS bajo el nombre en clave de 'Enrico Gómez', bajo el que se escondería en la capital chilena. Fue acreditado como exportador por la empresa tapadera Importadora Goldmann y estuvo en contacto permanente con un agente de control del BND, Wilhelm Beissner, alias 'Bertam', un viejo amigo de la época nazi.
En cuanto los cazadores de nazis localizaron a Rauff en Santiago de Chile, comenzaron con el proceso judicial necesario para su extradición a Alemania. Simon Wisenthal se entrevistó personalmente con Salvador Allende para solicitarla, pero la Corte Suprema chilena había denegado esa extradición e, incluso después de haber dejado de percibir salario de funcionario alemán, el inventor de la cámara de gas pudo terminar sus días tranquilamente dedicado al comercio y a la ganadería. Murió el 14 de mayo de 1984 por un fallo cardíaco en una de sus fincas y rodeado de sus descendientes.