jueves, 12 de julio de 2012

Fascinante fascismo.

Así titulaba Susan Sontag uno de sus ensayos agrupados en el libro Bajo el signo de Saturno (1980). Altamente recomendable su lectura, reflexionaba sobre la inagotable capacidad del fascismo -del nazismo, precisaría yo- para engatusarnos con una estética especialmente poderosa.

La estética nazi va mas allá de la iconografía acongojante trabajada sobre todo a partir del ingenio -puesto al servicio del Mal- del arquitecto del régimen Albert Speer, los uniformes diseñados por Hugo Boss o los diseños de las distintas armas usadas en la Segunda Guerra Mundial, desde la pistola Luger, a las distintas generaciones de Panzer, Tiger y demás carros, pasando por los diseños aeronáuticos de Willy  Messerschmitt o el antiaéreo Flak 88', por mencionar algunos.

Es una estética de los simbolos, arraigado en una interpretación muy interesada de la Mitología que conecta con la Historia y la Ciencia, de ideas especialmente sugerentes en unos momentos concretos en los que la Humanidad no había visto aún el grado de barbarie al que podía llegarse llevando a sus últimas consecuencias este fenómeno.

El estudio del nazismo en España tiene a dos representantes especialmente lúcidos. Uno de ellos es Rosa Sala Rosé (Diccionario Crítico de Mitos y Símbolos del Nazismo, 2003) y otro es Ferrán Gallego (Todos los Hombres del Fürer, 2006). Son dos buenas aproximaciones al mundo de los significados en ese contexto, tan etéreo por un lado pero tan poderoso a la hora de conmover hacia la complicidad a tantos y de tan variadas circunstancias.

Porque, en el fondo, mi afán de estudio del nazismo se basa en una búsqueda de dificil resolución: ¿qué bagaje moral poseo que me garantice mi rectitud ante la barbarie nazi?.¿Hubiera sido un cobarde que mira para otro lado para evitar a los camisas pardas o un convencido creyente de esa bucólica Arcadia que prometían?. ¿En qué me diferencio de los millones que levantaron el brazo en aquellos tiempos?.

Leo y leo sobre el tema, para entenderlos a ellos y para buscar entenderme mejor a mí. Leo y leo sobre el tema como forma de aplazar la incómoda respuesta.

Este vídeo de la película Cabaret nos muestra la doble cara del nazismo: La satisfacción -a todos los niveles-de tener el privilegio de pertenecer al Volk y la violencia inherente a esta pertenencia.



¿Cuantos de nosotros y nuestros convecinos estaríamos libres de levantar el brazo? o, peor aún ¿estaría yo libre de levantar el brazo?

Sigo buscando datos como forma de no responder jamás a esa pregunta